
Julio Bertrand
1885-1965
“La Franqueza se puede agregar a todo carácter y no hace más que
embellecerlo. Los medios no los sé, pero creo que deben de ser lo más sencillo, pues mientras más
se busca la complicación menos se sigue el camino de la franqueza”. La Mirada Recordada.
Destacado arquitecto, dibujante y fotógrafo chileno del siglo XX.
Julio Bertrand Vidal nace en la ciudad de Iquique, el 16 de octubre de 1888. Hijo de Alejandro Bertrand Huillard y María Mercedes Vidal Gormaz.
Su niñez transcurriría en el norte, dentro de una familia de renombre y de gran prestigio. Su padre fue un connotado ingeniero y geógrafo que trabajó, durante el apogeo minero de las salitreras. Aunque, su mayor aporte y legado fueron los estudios geográficos –mapas de Tacna, Arica y la región de Tarapacá, donde trazó los límites fronterizos, y los planos catastrales para las ciudades de Santiago y Valparaíso – que permitieron establecer nuevas políticas públicas, contribuyendo a la modernización del país.
Posteriormente, se trasladan a Santiago y por recomendación de un amigo de su padre, Diego Barros Arana, Julio Bertrand comienza sus estudios en el Instituto Nacional, donde recibió su título de Bachiller, en 1906.
A los 17 años, en plena juventud, recibe de su padre un regalo muy especial: una cámara estereoscópica. Este preciado objeto, le otorgará no sólo un nuevo pasatiempo, sino que también, le permitirá captar la estética y retratar todo lo que a su paso por esta vida le interesó: el Chile de la época, sus viajes al extranjero, edificaciones, obras arquitectónicas, paisajes, familia, amigos, entre otros.
Gentileza Origo Editores
En el año 1907, Bertrand viaja junto a sus padres a Paris. En aquella ciudad comenzará sus estudios en arquitectura, en una reconocida escuela privada, L’École Spéciale d’Architecture, fundada en 1865. Esta institución lleva la delantera sobre otras, destacándose en la búsqueda de las nuevas estéticas urbanas, las cuales, siembran las bases que se aplicarían en las transformaciones de las ciudades de principios del siglo XX.
Tras años de estudios, a sus 22 años, recibe con honores el título de Arquitecto Y Salubrista (1910). Poco después, debido a su desempeño se le otorga un premio de arquitectura francés, Prix de l’Union coloniale française.
Recién titulado comienza a trabajar en una prestigiosa oficina de arquitectura Sue et Huillard. En ese lugar, se beneficia enormemente, ya que puede evidenciar la perfección técnica que había podido alcanzar Francia en aquel entonces, respecto a las construcciones y en la innovación de materiales: estructuras de hormigón y de concreto armado.
Durante su permanencia en Europa, visitará varios países –Francia, Alemania, Austria, Suiza, Bélgica, Holanda e Italia, entre otros-, registrando y guardando en sus cuadernos de viajes, los dibujos y las fotografías de las obras más interesantes de la antigua y nueva arquitectura europea.
Tras estas experiencias, Julio Bertrand retorna a Chile, con el compromiso de poner a disposición del país todos los conocimientos adquiridos en sus estudios en el extranjero. A su regreso, contrae matrimonio con Marta Pastor Mayer, quién había sido su amor de la infancia y, en cuya unión, tendrán 4 hijos: Jaime, Marta, María y Francisca.
Inicia su vida laboral en nuestro país como arquitecto encargado del diseño y planificación de un conjunto de viviendas en la calle Matucana, donde viviría por algunos años Bertrand y su familia. Otra de las obras que realiza en el mismo período, es el Mausoleo de la Familia Valdés Alonso que, luego, sería de los Errázuriz Letelier. En esta tumba proyectada, ubicada en el Cementerio General, se evidencia el estilo vienes.
Al poco tiempo, ingresa a la oficina del destacado arquitecto Émile Jéquier – nombrado el arquitecto del Centenario (1910), autor del Palacio de Bellas Artes, el edificio de la Universidad Católica y la Estación Mapocho-. Su trabajo ahí fue, gratamente, reconocido. Participó en tres construcciones importantes, mansiones, ubicadas en la cercanía del Parque Forestal y la rivera norte del río Mapocho.
Autor de la construcción del Cité de don José Pastor, actualmente, conocido como el Cité las Palmas, ubicado a un costado del acceso a Quinta Normal. La obra fue entregada en el año 1914; lo componen 8 viviendas, las cuales, fueron inspiradas en las casas obreras de las ciudades industrializadas europeas del siglo XX.
En la actualidad, el Cité Las Palmas sigue siendo un conjunto habitacional, formando parte de las edificaciones más antiguas de Santiago; destaca por su belleza y elegancia, pudiendo ser apreciado hasta el día de hoy, ya que es parte de la identidad y el patrimonio nacional.

Agradecimientos imágenes y fotografías, Pelagia Rodríguez
En el año 1914, a la oficina de la calle Estado del célebre Jéquier, ingresa como ayudante, Pedro Prado. Desde ese momento, nace entre Bertrand y el nuevo integrante, una gran afinidad que se va convirtiendo, poco a poco, en una sólida amistad. Entre ellos existe un mutuo intercambio de experiencias y conocimientos, no sólo en el ámbito de la arquitectura, sino que el nexo va más allá, involucrando su capacidad creadora y en lo espiritual, sobretodo, en la inquietud de ambos por buscar el bien perdido que, más adelante, se esclarece en una de las manifestaciones públicas del Grupo de Los Diez (Somera Iniciación al Jelsé).
Se unen y forman una sociedad de arquitectura. Posteriormente, nacería el Grupo de Los Diez, donde Bertrand es uno de los miembros fundadores. De acuerdo con los relatos de sus descendientes, es en esta oficina, donde se inicia la agrupación. Relatan que en una de las tantas conversaciones entre ambos arquitectos, Bertrand admirado por la pasión que imprimía Prado en todo en lo que se involucraba, le pregunta ¿existían más hombres con esa misma creatividad y la personalidad carismática? A lo que Prado responde “buscando se podrían encontrar más de diez”, ¡Quiero conocerlos!, fue su respuesta.
En esa búsqueda comienzan las reuniones junto con los más selectos artistas e intelectuales de la época – Manuel Magallanes Moure, Juan Francisco González, Armando Donoso, Ernesto A. Guzmán, Eduardo Barrios, Alberto García Guerrero, Alfonso Leng, Augusto D´Halmar, Acario Cotapos y Alberto Ried-, formándose un grupo de amigos, Los Diez.
No es extraño que Bertrand perteneciera a Los Diez, ya que, siempre, fue un hombre de arte. A muy temprana edad, ya, había desarrollado el interés por la belleza, en los estilos y las decoraciones. La búsqueda de la estética lo llevó a elegir su vocación de arquitecto, profesión que desempeñó y que le otorgó un gran prestigio y reconocimiento.
En 1915, a petición de los vecinos del Cerro Santa Lucía, desarrolla un proyecto para el acceso norte del cerro. Sin embargo, pese al respaldo y al entusiasmo puesto por Bertrand para emprender la obra, no pudo llevarse a cabo, sólo quedan las ilustraciones realizadas por Fernando Álvarez de Sotomayor –reconocido pintor español que durante su estadía en Chile, fue maestro y director de la Escuela de Bellas Artes-.
Al año siguiente, en 1916, la agrupación inicia el proyecto editorial: Revista Los Diez, ediciones mensuales de Filosofía, Arte y Literatura. En ella, participan todos sus integrantes publicando ensayos, poemas, partituras musicales, dibujos, pinturas, entre otros. Julio Bertrand colabora en las publicaciones y da a conocer sus proyectos.
En el primer número aparecen dos dibujos del arquitecto: la casa de campo para don Juan Enrique Tocornal, en las Vizcachas (localidad cercana a Santiago) y el esbozo de lo que sería el claustro y la torre roja de Los Diez, proyecto que contemplaba el templo para la agrupación.
Los hermanos decimales –los equis- empiezan a idear y proyectar un lugar que los cobijara. Un sitio, donde pudieran darle rienda suelta a sus ideas y creaciones; un templo. Consiguen un terreno que fue cedido a los artistas, en la localidad de las Cruces, y arman una comisión para visitarlo. Bertrand, entusiasmado, comienza a elaborar los dibujos y los planos de esta construcción que incluía: el faro de inspiración (la torre), un campanario, el claustro, teatro al aire libre, y una gran casa de 5 pisos de altura que albergaría a los equis.
En este fructífero período de creatividad artística, llega otro trabajo a la oficina de arquitectura; Bertrand es contratado por el magnate de las salitreras y senador del norte, don Augusto Bruna Valenzuela para construir una mansión en el naciente barrio del Parque Forestal: el Palacio Bruna. El hermano arquitecto como le apoda, cariñosamente, Pedro Prado, emprende este gran proyecto.
El Palacio de Bruna cuenta con un estilo renacentista italiano (florentino) de albañilería de ladrillo reforzado. Este edificio se emplaza en 2.800 metros cuadrados: en su interior, se pueden apreciar sus finos detalles y la utilización de materiales, cuidadosamente, escogidos: vitreaux, mármol, ónix y bronce. En el exterior, cuenta con terrazas que dan al parque y sus fachas desiguales simulan una sola, adornadas delicadamente.
El crítico de la época, Hernán Díaz Arrieta (Alone) destacó este edificio en una de sus crónicas, refiriéndose al palacio como poseedor de una majestad alegre.
Después de más de 70 años, el 7 de noviembre de 1996, la obra del Palacio de Bruna fue declarado Monumento Histórico Nacional por el Consejo de Monumentos Nacionales.
En 1917, la carrera profesional de Julio Bertrand es muy reconocida, por su gran talento y por la participación en importantes construcciones. Su vinculación con Los Diez lo involucra en un aspecto más artístico, donde se conocerán otras facetas del arquitecto, como la de dibujante y pintor.
En sus obras, el arquitecto sigue la corriente académica europea: reminiscencias de sus experiencias en el extranjero, principalmente, recurre a los estilos franceses y e italianos. Sus casas poseen una admirable perfección técnica, son eclécticas, de gran refinamiento y con un cuidado único en los detalles. “Julio dominó el arte raro de combinar el poético sello de lo antiguo con las necesidades de la existencia prosaica del presente”.
Lamentablemente, en plena construcción del Palacio de Bruna, Bertrand enferma de tuberculosis pulmonar, situación que se agrava progresivamente, desembocando en una tuberculosis gástrica. Con la esperanza de una mejoría se traslada un tiempo al Valle del Elqui, pero su condición empeora. Regresa a Santiago y al poco tiempo después, muere; sólo tenía 30 años.
En su funeral, Pedro Prado dará un solemne discurso, homenajéenlo. Dirá que “en su epitafio podría escribirse: ‘En una vida breve produjo una obra hermosa; la corono con una muerte llena de dignidad”.
Prado continúa con los trabajos del despacho de arquitectura, cumpliendo con la promesa que hizo a su amigo en el lecho de muerte y asume la obra del Palacio de Bruna. Aunque, Bertrand había dejado un trabajo bien avanzado de detalles y planos, Prado toma una obra incompleta y de gran complejidad. Pese a esa situación y tratando de ser fiel a las ideas originales, logra el objetivo de manera esplendorosa, finalizando la construcción en 1921. Y fiel a la memoria de Julio Bertrand, a modo de reconocimiento, en el frontis del edificio, coloca una placa con su nombre: J. Bertrand V., Arquitecto.
Años más tarde, tras el fracaso del templo en Las Cruces, son invitados por Fernando Tupper a su nueva casa, ubicada en la Avenida Santa Rosa; los hermanos decimales aceptan la oferta.
Para las remodelaciones del inmueble se utilizan los planos, dibujos y diseños que había dejado Julio Bertrand. Pedro Pardo dirige la obra, invitando a Rodolfo Brunnig –arquitecto alemán, del cual no se ha encontrado ningún antecedente- para construir la torre de 19 metros de altura. Los Diez, por fin, tienen su espacio para conectarse con el creador, su inspiración.
Al poco tiempo, en 1924, fallece otro de los integrantes del grupo, Manuel Magallanes Moure, dejando un vacío muy grande entre los hermanos decimales.
Entonces, con el afán de inmortalizar a sus amigos, Alberto Ried esculpió 9 capiteles románticos en el patio de la Casa, en los que representará su vida u obra, dejando un verdadero registro histórico de cada uno.
En el costado de norte del recinto, en primera posición, se encuentra la silueta de Julio Bertrand, dirigiéndose hacia la torre, con las preocupaciones de arquitecto. La Obra de Alberto Ried se puede apreciar en la actualidad, en la Casa de Los Diez.
Sus sucesores han tenido vivo el recuerdo de Julio Bertrand, pese a su corta vida. En el año 2003, sale a luz, su faceta de fotógrafo, desconocida hasta entonces. El rescate de sus cuadernos de viaje y fotografías fue plasmado en un libro “Julio Bertrand Vidal: La mirada recobrada, fotografías, 1905-1918”. Editado por el arquitecto, Ezio Mosciatti.
El proyecto de investigación y conservación del material estuvo a cargo de la arquitecta y descendiente del autor, Pelagia Rodríguez. Al año siguiente, se realizaron exposiciones a nivel nacional e internacional (Museo de Bellas Artes, en Frutillar, Valparaíso, Paris y Barcelona).
Finalmente, el 11 de noviembre de 2014, su familia dona a la Biblioteca Nacional de Chile, el legado fotográfico: tres mil fotografías estereoscópicas que retratan la vida íntima de Julio Bertrand, sus viajes, exploraciones artísticas y su profundo sentido de lo estético. También, incluyeron como parte de la donación, algunos visores estereoscópicos portátiles que pertenecieron al artista. Estos artefactos permiten ver efectos tridimensionales en las imágenes, una técnica que fue muy utilizada por fotógrafos aficionados y amantes de la fotografía, en aquel período.
La gran colección de fotografías estereoscópicas de Julio Bertrand Vidal se encuentra disponible en versión digital para todos los visitantes, en Biblioteca Nacional de Chile.
De 1918 a la fecha, ya, han trascurrido 100 años desde su partida. Su trayectoria como arquitecto fue, ampliamente, reconocida. Hoy, tanto sus construcciones como sus fotografías son parte de la identidad, patrimonio e historia del arte nacional.