Juan Francisco González
1853-1933
“La realidad es sintética a la grandes masas”
Con más de cuatro mil obras, Juan francisco González Escobar es uno de los pintores más prolíficos y destacados de Chile del siglo XX.
Hijo de don José González y doña Mercedes Escobar. Su primera infancia transcurriría a los pies del Cerro Blanco, lugar que en aquellos años, no gozaba de mucho prestigio por la peligrosidad de sus alrededores. Su padre -autoritario y rígido-, influyó, hondamente, en su personalidad y en sus creaciones. Dicha influencia se refleja, tanto en el proceso como en el resultado de sus pinturas.
Imágenes. Gentileza Origo Editores
Como pintor se destacó por su técnica libre y espiritualidad, pero la inflexibilidad de su carácter se ve representada en la obsesión al captar la luz y los colores reales a sus ojos .
Obtuvo su formación escolar, en el Liceo Nacional de Santiago y, de forma paralela, consiguió desarrollar su pasión, estudiando en la Academia de Pintura, dirigida por el destacado pintor chileno, Pedro Lira. Lira fue quien lo introdujo en el estilo del naturalismo europeo.
Además de esta experiencia, González tendría la fortuna de recibir la instrucción de otras eminencias en dicha disciplina, pintores como: Cicarelli, Kirbach, y Mochi. Ellos lo acompañarían, durante un largo período .
En el año 1879, en consecuencia de su relación con Rosario Ojeda de nacionalidad peruana, emigra al vecino país, donde se asentó por un corto período. En este lugar, buscó inspiración en la arquitectura propia del país y en la forma de vida de sus lugareños. Dentro de las creaciones destacadas de este tiempo, encontramos: “La Limeña” y “Lima, Iglesia de San Agustín”.
En el mismo año, regresaría a Chile, de forma abrupta, y como consecuencia de la tensa situación política entre ambos países. En su retorno, se embarcarían el Vapor Lontue, conociendo a Arturo Prat y, convirtiéndose así, en el único pintor en retratar de forma directa a tan destacado personaje nacional. Cabe destacar que este oleo, fue uno de los pocos, en el que Juan Francisco González, plasmaría su firma .
Ya, en territorio chileno, se estableció en la ciudad de La Serena, donde centró su trabajo en el área del retrato. En 1884, se trasladaría a Valparaíso, ciudad en la que fue contratado como profesor de dibujo en el Liceo de Hombres, ejerciendo en este cargo por los próximos, once años.
En el año 1887, el pintor realiza su primer viaje a Europa, comisionado por el Gobierno. El propósito de la visita era captar las experiencias en la organización de los museos europeos y poder adquirir nuevos conocimientos para la enseñanza, en el área del dibujo. En este viaje se impregna de las tendencias impresionistas y vanguardistas de la época, que compartiría a su regreso a Chile, aportando a la enseñanza de las artes.
En su conferencia «La enseñanza del Dibujo», dictada en el año 1906, en el Salón de Honor de la Universidad de Chile , González expuso todas sus ideologías sobre cómo convenía enseñar arte y de lo alejado que estaba nuestro país, en dicha materia. Para él, la forma correcta de enseñar consistía en la ausencia de los maestros, quienes no debían influir en los alumnos, ya que éstos solo servían para aniquilar el talento de los jóvenes aprendices . Dicha conferencia fue muy reconocida en la época.
Duraznos. Gentileza Origo Editores
Su Legado no sólo radica en la gran cantidad de las obras realizadas, sino que también, en su labor como pedagogo. En la enseñanza, Juan Francisco González insistía en que el individuo estaba antes que la norma y por encima de los mandatos académicos. Proponía que los alumnos tenían que pintar como ellos quisieran. Era un acérrimo enemigo de todo lo que implicara constreñir las individualidades y se preocupó, siempre, de transmitir a sus estudiantes la confianza de expresar en sus pinturas, su mundo interior.
En 1890, se traslada a vivir a Limache; lugar que inspirara un sinfín de sus creaciones: paisajes, flores y la vida de campo, son sus temáticas. También, es en este período, donde el artista define su identidad, otorgando así, el sello de sus creaciones.
González se preocupo de representar en su obra, una gran variedad de temáticas. Sin embargo, el punto de divergencia entre ellas, fue la preocupación extrema de la captación de la luz y colores en su forma natural. La luminosidad del objeto en vivo, sin duda, era la mayor virtud como artista. Debido a eso, el pintor criticó, fuertemente, la realización de una pintura, a través de las fotografías.
En 1916, se une a la cofradía del grupo Los Diez, agrupación que contó dentro de sus filas, con los artistas promotores de la vanguardia cultural de principios de siglo XX, en Chile. Junto a ellos, se embarca en la formación de una revista, cuya circulación traspasaría nuestras fronteras .
Su obra fue fuente de inspiración para la generación de los años 30 y para el grupo Montparnasse que estaba integrado, entre otros, por el pintor Luis Vargas Rosas, Henriette Petit y Julio Ortiz de Zarate .
A lo largo de toda su carrera, fue merecedor de premios y distinciones, a nivel nacional e internacional. En el año 1997, como homenaje póstumo, sería elegido como uno de los diez pintores más sobresaliente de la historia de Chile.
Los últimos años de vida del artista, no fueron muy felices. Producto del cese obligado de su labor como profesor, sobrevino su inestabilidad económica, trayéndole muchas dificultades. Esta situación, también, provocó un cambio drástico en sus creaciones: los colores intensos y llamativos que lo caracterizaban, serían remplazados por tonos oscuros, como el negro y el azul. Esta opacidad, reflejaba el duro momento que estaba pasando.
Veinte días previos a su muerte, Juan francisco González pinto su última creación, utilizando la fiesta de colores que lo definió, a lo largo de su carrera.
A la edad de 80 años, en el año 1933, fallece en la ciudad de Santiago, rodeado de su familia, amigos y algunos de sus hermanos decimales.