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Eduardo Barrios

Eduardo Barrios

1884 – 1963.

“Me lo entregó la casualidad y lo he guardado respetuoso, con el respeto que merece un niño sentimental y entristecido, una víctima del rayo venenoso que ilumina los corazones antes de tiempo y los lanza en ese vórtice llameante y obscuro, dulce y terrible del Amor”. El niño que Enloqueció de Amor (1915).

Cuentista, dramaturgo y escritor chileno de principios del siglo XX.

Eduardo Barrios Hudtwalcker nació en la ciudad de Valparaíso, el 25 de octubre de 1884.

En 1889, con tan sólo 5 años de edad y tras fallecer su padre -Eduardo Barrios Achurra-, viaja a Lima para vivir junto a su madre, doña Isabel Hudtwalcker y sus abuelos maternos. En Perú, jamás logró adaptarse, pasando por diferentes establecimientos educacionales.

En el año 1900, siendo un adolecente, Barrios regresa a Chile e ingresa a la escuela militar por imposición de su familia chilena; tampoco se adaptaría, retirándose tres años después.

Comienza así, su viaje, recorriendo América. El joven Eduardo Barrios va desempeñando diferentes oficios que le darán sustento y aprendizaje; experiencias que lo llevarán a convertirse, años más tarde, en un escritor muy destacado.

Imagen archivo Biblioteca Nacional.

Fue comerciante, vendedor, buscador de minas y expedicionario a las gomeras en Perú e incluso, trabajó levantando pesas en un circo. Aunque, fue en su paso por la minería, donde se gatilló su curiosidad por este sistema social, motivándolo a acercar la literatura a los trabajadores de las salitreras, mediante libros para que pudieran expandir sus horizontes.

Regresa a Santiago, concluyendo así, su recorrido por los países latinoamericanos. Etapa que atesoraría y de la que guardaría numerosos recuerdos para sus años maduros.

Laboralmente, se incorpora a trabajar en la Cámara de Diputados como taquígrafo y, también, fue funcionario de la Universidad de Chile. En este mismo período, se conocerán sus primeras obras, tituladas: “Del Natural” (1907) y “Mercaderes en el Tiempo” (1910). Esta última, obtendrá un premio de Teatro, concedido por el Consejo Superior de Letras y Artes, en la celebración del Centenario de Chile.

En el año 1913, publica sus obras: “Lo que Niega la Vida” y “Por el Decoro”. Luego, Barrios desaparecerá, momentáneamente, del escenario literario.

Después de dos años de hermetismo, en 1915, da a conocer la obra que lo catapultó al reconocimiento nacional y que, sin duda, marcaría un antes y un después, en su larga trayectoria: “El Niño que Enloqueció de Amor”. Cuenta, anecdóticamente, que la idea principal del libro fue basada en una historia real, del amor obsesivo de Manuel Magallanes Moure por su prima -10 años mayor que él-. El poeta se enamoró de ella, y años más tarde, la convertirá en su esposa.

En la crítica encontró muchos detractores, pero él contó con el apoyo incondicional de su amiga y seguidora, Gabriela Mistral. Ella siempre admiró la obra de Eduardo Barrios.

En adelante, los caminos literarios de Barrios se abrirían en diferentes direcciones del área literaria.

Participa como redactor de la revista Pluma y Lápiz –revista de distribución nacional, cuya misión era servir de plataforma para escritores e ilustradores emergentes de la época-. También, formó parte del equipo de Pacifico Magazine. Ésta última, constituye un referente para el periodismo moderno de la época, ya que innova en la temática y en la calidad de edición.

En los años venideros, se conocería otra faceta de Eduardo Barrios, tras unirse al selecto grupo de artistas chilenos, Los Diez. Junto con sus miembros, en 1916, fundan una revista de circulación nacional, en donde Barrios daría otros matices a su carrera, encargándose del segmento de la crítica teatral que se incluía, en cada publicación.

A pesar de lo ingrata que suele ser la crítica, el escritor siempre analizó las obras de forma constructiva y humilde, de tal manera y que a su juicio, formara una opinión objetiva y justa, en el lector. Expresará el escritor: “Si alguien encuentra pues, en estas páginas, una opinión adversa, no olvide que mi juicio es personal y, por lo tanto, relativo y de ningún modo inapelable”.

En el año 1925, ingresa a la Biblioteca Nacional, lugar, donde sería nombrado director. Dos años después, fue elegido como Ministro de Educación de Chile, ocupando el más alto cargo a nivel nacional, en el ámbito de la cultura.

Dirigió el Averiguador Universal del diario El Mercurio -sección que se convirtió en un referente histórico en el diario, publicándose a diario hasta el año 1982-. A nivel internacional, también, participó en Academias de la Lengua (Argentina y Brasil).

 

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Portadas Archivo Biblioteca Nacional.

Como escritor, Barrios se caracterizó por la riqueza idiomática y la capacidad de profundizar, psicológicamente, en la mente de sus personajes. En su narración mezcla con maestría las pasiones, angustias y alegrías del hombre. A ojos de sus contemporáneos, su obra refleja los finísimos detalles del alma humana.

La crítica hispanoamericana de la época, le adjudicó el honor de considerarlo como el primer novelista sudamericano.

Refiriéndose a su libro el Hermano Asno, Gabriela Mistral escribió: “Es el libro de prosa más nítido que se ha publicado en Chile: una prosa como la larga hoja del helecho, flexible, exquisita y suave. Repulsión por lo brillante y ruidoso lenguaje. El lenguaje común, pero depurado de la escoria y podado de todo exceso. Una especie de franciscano artístico. En la frase breve siempre, se recoge el paisaje a un estado de alma integro. El arte se esfuma, la transparencia de la palabra es tal, que hace dividir la palabra”.

A los 61 años, recibe el Premio Nacional de Literatura (1946). A pesar de que el escritor reunía todos los requisitos estipulados por la ley para obtener ese codiciado galardón, el veredicto no fue fácil y acarreo varias polémicas en la prensa nacional. Sin embargo, y alejado de la agitación que generó la votación, Barrios seguirá trabajando desde su cargo de director de bibliotecas y museos, con plena conciencia de ser escritor de una sociedad libre, donde conviven todas las expresiones de arte y cultura.

En sus últimos años, después de retirarse de todas sus obligaciones públicas, Eduardo Barrios disfrutaría su tiempo junto a los suyos –esposa, hijos y nietos-, en la comodidad de su hogar. Lleva una vida tranquila y aislada, casi de ermitaño. Ya, un poco enfermo, pero con el buen humor que le caracterizó todo su vida, en una entrevista realizada en el diario El Mercurio, expresaría parte de lo que, siempre, fue su pensamiento: “Antes de ser escritor y artista he perseguido, incansablemente, ser hombre”.

Falleció en Santiago, el 13 de septiembre de 1963. Su legado a las nuevas generaciones de escritores, sería la devoción a la verdad, el respeto por la persona, la fidelidad a su vocación, su honestidad en la vida privada y su compañerismo con el gremio.

Cuentos:

Como hermanas.

Lo que ellos creen y lo que ellas son.

Celos bien hecho…… completar.

Pobre feo.

La antipatía.

Santo remedio.

Camanchaca.

Novelas y cartas:

Tirana ley.

El niño que enloqueció de amor (1915).

Un pobre diablo.

Canción.

Novelas:

Un perdido.

El hermano Asno (1922).

Tamarugal (1944).

Gran Señor y Raja Diablos (1948).

Los hombres del hombre (1950).

Del natural, cuento (1907).

Mercaderes en el tiempo, teatro (1910).

Lo que niega la vida y por el decoro, teatro (1913).

Vivir, teatro (1916).

El Hermano Asno, novela (1922).

Y la vida sigue, novela (1925).

Teatro escogido, (1947).