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Alberto Ried

Alberto Ried

1885-1965

“Te he amado siempre, te he amado siempre…celosa de tu propio bien, te arranco y te arrastro, por fin hasta mi”.

El Augurio.

Poeta, cuentista, dramaturgo, periodista, crítico, pintor y escultor chileno. Reconocido por su versatilidad en el mundo de las artes del siglo XX.

Alberto Ried Silva nace en la ciudad de Santiago, el 22 de febrero de 1885. Hijo de don Gustavo Ried Ciarciani y de doña Irene Rosa Silva Palma. Desciende una familia con una gran vocación de servicio a la comunidad; dos de sus antepasados de la línea paterna, pertenecieron a la institución de Bomberos de Chile. Su abuelo, don Aquidas Ried fue miembro precursor de la Primera Compañía de Valparaíso (1851) y su padre, Gustavo Ried fundó la 5ºa Compañía de Bomberos de Santiago (1873).

Su carrera en la Institución comenzó en el año 1902, tras terminar sus estudios en el Liceo de Aplicación Práctica. Destacada fue su participación en esos años, en el gran incendio de Valparaíso. Pese a ello, su carrera de bombero se ve interrumpida, al presentar un trastorno cardíaco que le impedía realizar los ejercicios de alto rendimiento físico, exigido a los voluntarios.

Obstinadamente, Ried decide tramitar a escondidas de su familia, su incorporación al Regimiento de Infantería de Buin; en dicho lugar, fue rechazado por su condición cardíaca. Tras este hecho, el poeta dedica las siguientes palabras: “Al parecer, estaba escrito, que no debía yo aprender a matar a mis prójimos, ni entonces ni ahora ni nunca”.

Tiempo después, obviando su padecimiento e ingeniándosela, consigue la autorización médica que le permite incorporarse en la Compañía de Bomberos de Santiago.

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Portadas Libros. Gentileza Origo Editores y Archivo Biblioteca Nacional

Paralelamente, prosigue sus estudios en Química Industrial, en la Universidad de Chile. No obstante, en aquel entonces, su verdadero interés son las artes. Ingresará a la Escuela de Bellas Artes, donde recibe la instrucción del maestro Pedro Lira y del escultor, Virginio Arias Cruz, ambos destacados artistas de la época.

En su andar por el mundo, conoce a Augusto D´Halmar, Manuel Magallanes Moure y Acario Cotapos, con este último, afianzó una gran amistad, llegando a ser su hombre de confianza y, además, pupilo de su padre, don Nemorino Cotapos.

En esos años, el padre de Cotapos trabajaba en una importante empresa manufacturera de vidrios y, admirado por el amigo de su hijo, le propone viajar a los Estados Unidos a estudiar sobre la fabricación de vidrios planos. Aceptando su ofrecimiento, permanecerá por dos años. Se desempeñó, también, como corresponsal de prensa e incluso, intento enlistarse en el ejército norteamericano, sin éxito.

Previamente, había sido invitado a pertenecer en el selecto grupo de amigos y artistas, Los Diez. En el año 1916, participa en las primeras apariciones públicas de la agrupación y se embarca en el proyecto editorial, colaborando en dos de las ediciones de la revista Los Diez, presentando: “Juan Kühn”, “Torres de Santo Domingo” (dibujo) y “El Augurio”, esta última, dedicada a su amigo Acario Cotapos.

A pesar de su acotada participación en dicha iniciativa y de su lejanía, a causa de sus constantes viajes, Alberto Ried nunca se distanció del grupo. En el extranjero, él se encargó de difundir al círculo de artistas del grupo de Los Diez, la calidad de la revista y de las obras de todos sus integrantes.

En el primer período del gobierno de Arturo Alessandri Palma fue nombrado Cónsul, en Burdeos (Francia). En dicho cargo, permaneció tres años (1921- 1924).

A su regreso, Raúl –apodado el Príncipe entre sus amigos Los Diez- y Fernando Tupper invitaron a los hermanos decimales a intervenir, artísticamente, la casa que habían adquirido. Por fin, Los Diez tendrán su anhelado templo.

Manos a la obra; con gran entusiasmo, los equis desplegaron toda su imaginación y su talento para convertir el inmueble en una obra de arte colectiva, la única que sobrevive en la actualidad.

De esta forma, ininterrumpidamente, en un plazo de un año (1924), Alberto Ried consigue terminar los capiteles del patio central. En ellos, perpetuará la obra ideológica de cada uno de Los Diez[i]. El mismo revelará en su libro, El Mar Trajo su Sangre, que “desde un punto de vista artístico, estos capiteles pueden no poseer una gran significación, pero sí, en el ámbito de la historia y la documentación de la agrupación”.

Cada detalle de esas columnas románticas, demuestra su maestría como escultor; un talento innegable.

Tras terminar su trabajo, viaja a Europa (1925), donde visita diferentes países del viejo continente. En Francia publica “XXI Meditaciones”, cuyo prólogo es escrito por Ortega y Gasset –connotado filosofo y ensayista español-. Posteriormente, en 1932, recibirá el premio Atenea, por su libro de cuentos, “Hirundo”.

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Portadas de Libros, Biblioteca Nacional.

Como pintor presentará sus cuadros, en importantes exposiciones de pintura, a nivel nacional; Él recuerda que, al menos, fueron 10. Inolvidable para Ried, fue aquella exhibición organizada por el Grupo Montparnasse, ya que tuvo la oportunidad de estar, otra vez, con Julio Ortíz de Zárate.

Alberto Ried es un ser humano multifacético, un gran artista. Su aptitud artística se reflejó en varias disciplinas, principalmente, en: literatura, pintura y escultura.

De la obra escrita de Ried, observamos, un escritor vigoroso que busca la fuerza y la originalidad de la expresión. Las principales temáticas de su creación se basan en las fuerzas elementales de la naturaleza y en la deserción de un mundo, en el que predomina, el despojo. Éste se manifiesta, por medio de un eco metafísico, invitando al lector a la meditación. En 1915, antes de la publicación de su primer libro “El Hombre que Anda”, Gabriela Mistral, le sugerirá que “al escribir sus versos, se mantenga virgen de toda influencia para que éstos, puedan nacer puros y libres”.

Dentro sus gestiones a nivel cultural, Ried promovió la iniciativa de plasmar la carta que escribió Pedro de Valdivia al Rey de España, a los pies del Cerro Santa Lucía. En la actualidad, esta gran piedra permanece en su emplazamiento original.

En el plano personal, Alberto Ried es recordado como una persona sencilla, generosa y de gran espíritu. Formará su familia, al contraer matrimonio con doña Balbina Miranda, situando su hogar en la comuna de Ñuñoa.

Su labor de Bombero, la mantendrá a lo largo de toda su vida y, al igual que su abuelo y su padre, fundará una compañía: El Cuerpo de Bomberos de Ñuñoa (1933).

La historia cuenta que un gran incendio se produjo en el mes de abril de 1933, cercano a su vivienda -entre las calles José Domingo Cañas y Exequiel Fernández-, que no pudo combatirse con éxito. Este hecho lo conmovió, profundamente, impulsándolo a crear el Cuerpo de Bomberos de Ñuñoa, el 27 de mayo del mismo año.

La anécdota que existe en torno a dicha compañía, representa el sentido solidario y la magnificencia del artista. Relatan que el acta de su formación se realizó el mismo día, donde Alberto Ried dona un peso –actualmente, éste se encuentra enmarcado en la Institución- para formalizar el inicio de actividades. Acto siguiente, se nombra al directorio, compuesto por las mismas personas que participaron en la reunión: Joaquín Santa Cruz Ossa –alcalde de la I. Municipalidad de Ñuñoa del período-, los 36 vecinos participantes que, a la vez, son los primeros voluntarios, y Ried que será su comandante por 8 años, consecutivos.

Posteriormente, en la publicación de sus libros “El Mar Trajo mi Sangre” –auto bibliográfico- (1955) y “El Llamado del Fuego” (1966), el escritor revelará aspectos de su vida, tanto personal como de su trayectoria artística e intelectual.

El 5 de mayo de 1965, en la ciudad de Nueva York (Estados Unidos), Alberto Ried Silva fallece. Tenía casi ochenta años de edad.

Por su destacada trayectoria y por una vida dedicada al servicio comunitario y social, la Ilustre Municipalidad de Ñuñoa le rinde homenaje a Alberto Ried, bautizando una calle con su nombre. Ésta se encuentra cercana a su residencia.

 

Obras más destacadas.

El hombre que anda (1915).

Hirundo (1916).

XXI Meditaciones (1924).

 El mar trajo mi sangre (1956).

El llamado del fuego (1966, póstuma).