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restauración muro

El adobe fue una las técnicas de construcción más populares en Chile durante la Colonia. Se utilizó en viviendas, colegios, iglesias y todo tipo de edificaciones. Sin embargo, el paso del tiempo, la llegada de otros materiales de construcción y la pérdida de escuela, nos han hecho olvidar esta bella y ancestral técnica.

Francisco Díaz, albañil y profesor de la escuela de oficios Fermín Vivaceta, quien restauró parte  de la fachada sur de la Casa de Los Diez, nos cuenta sus inicios en la técnica del adobe, en qué consiste y por qué es tan importante trasmitir estos conocimientos a las futuras generaciones. 

¿Cómo aprendió la técnica del adobe?

“Yo nací en Barranca, un pueblo que está al final de la calle San Pablo, al llegar a Américo Vespucio y que es hasta el día de hoy tiene un cementerio que fue declarado monumento. Me crie ahí cuando eso era un pueblo y las casas eran todas de barro. Mi padre era un maestro artesano y me enseñó el oficio como jugando. Yo soy el heredero de sus técnicas y maestro desde los 14 o 15 años”.

 ¿En qué consiste el adobe?

“El adobe es un módulo de tierra que consiste en una mezcla de agua y barro, y tiene diferentes tamaños. Acá en Chile, generalmente, es de 40 cm de largo por 20 cm de ancho y 10 cm de alto, pero si empezamos a recorrer a lo largo del país, nos encontramos con adobones que tienen hasta 80 cm de largo, por 40 cm de ancho y 20 cm de alto.

Si bien el adobe es básicamente agua y tierra, no puede ser cualquier tierra; tiene que contener una cantidad importante de arcilla y una menor de arena”.

¿Varía mucho la técnica a lo largo de Chile?

“A mí me ha tocado recorrer mucho Chile y en el norte no encontramos fibra en el adobe. Por ejemplo, en Copiapó, Tierra Amarilla, Los Loros o Domeyko, vemos que el adobe se hace solo con tierra y agua. Ya en la zona central, se comienza a incorporar la fibra. Los viejos más antiguos picaban paletas de tuna y las dejaban en un tambor, eso botaba una especie de gelatina que luego se mezclaba con el barro, funcionando como un ligante”.

¿Cuál es el panorama actual?

Este es una técnica que se está perdiendo. Ahora todos aspiran a tener una carrera profesional, ir a la universidad y es entendible igual. Pero, por otro lado, eso genera una falta importante de mano de obra en restauraciones en adobe, por eso es importante hacer escuela.

A mí me ha tocado preparar a maestros que vienen del área civil y ahí es un poco más fácil, porque tienen las herramientas, pero no tienen las técnicas y cuando las aprenden, les cambia la vida. Muchos se dan cuenta que habían perdido el tiempo, porque tenían una mirada muy distante de los sistemas constructivos en tierra y del patrimonio edificado. Ellos estaban en el mundo de los edificios, haciendo sus rádieles y cuando adquieren estos conocimientos se dan cuenta que pasan a ser parte de un grupo de obreros especializados.

Ahora no basta con solo aprender la técnica, también hay que educarse, hay que ir a los libros, porque cuando uno está reparando, construyendo o restaurando, tiene que poder contar lo que se está haciendo. Un buen maestro no puede decir yo hago esto, me queda bonito, pero no sé qué es. Por eso, para mí es fundamental que se una el mundo académico con el del oficio, solo así se puede ser un profesional completo”.

¿Es caro construir en adobe?

“No, construir en adobe es económico y surgió de la necesidad de habitar. Sin embargo, hoy construir 1 metro cuadrado de tierra es más caro que cualquier otro sistema constructivo. Y eso pasa porque faltan empresas, falta llenar este rubro de maestros que sepan de adobe. Si uno quiere construir en adobe, nos encontramos con 3 o 4 empresas de maestros que han hecho de esto un tremendo negocio. Ahora construir en adobe es para quien tiene plata”.

Usted ha trabajado en muchos lugares patrimoniales, sin embargo, ¿cuál es el que más recuerda?

“Uno de los trabajos con los que más sufrí, porque yo no solamente trabajo en tierra, sino en todas las tipologías constructivas, fue el Palacio Pereira. Estuve trabajando ahí un par de meses, haciendo las muestras del anteproyecto y por poco termino con depresión, porque tuve que hacer un trabajo casi que arqueológico, de reincorporación de piezas en un muro. Tuve que aplicar todas las técnicas ancestrales y cuando vi el trabajo terminado me sorprendí por lo hermoso que quedó. Además, me generó la confianza de ver que todo ese conocimiento que apliqué estaba dentro de mí.

Sin embargo, de todos los trabajos en donde he estado, aprendí mucho y me siento contento, porque aporté con mi granito de arena para que se mantengan. A veces me paro en la Plaza de Armas y digo: ‘¡Es mía!’, porque estuve a cargo de la restauración de la Catedral, manejando todo un equipo de maestros y haciendo escuela. También trabajé en Canela, un lugar que me gusta mucho porque con un grupo de amigos recuperamos casas de abobe que aún son habitadas y donde hasta el día de hoy me reciben con las puertas abiertas.

La Casa de Los Diez también es muy especial para mí, porque es un lugar de masones y donde conocí a gente muy interesante. Todos hablan de la Casa de Los Diez. Y yo me siento un privilegiado por haber tocado un pequeño espacio de esta casona. Siento que algo mío ya quedó acá y no pierdo la esperanza que en un futuro pueda ayudar a restaurar este patrimonio”.

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